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La alopecia frontal fibrosante es un tipo de calvicie de carácter cicatrizal, es decir, irreversible y no tratable. Esta se caracteriza por la pérdida de cabello en la parte frontal de la cabeza, la sien y las cejas; hecho que se conoce como el “efecto diadema”.

Esta enfermedad fue descubierta en 1994 y su origen es, todavía hoy, una incógnita. Afecta en su mayoría a mujeres después de la menopausia, aunque cada vez se diagnostican más casos en hombres y en mujeres jóvenes o premenopáusicas.

Un origen incierto

En un principio, el origen de la alopecia frontal fibrosante fue atribuido a cuestiones hormonales, ya que los primeros diagnósticos fueron de mujeres en la fase de la menopausia, tanto previa como posteriormente. En todos los casos, las mujeres presentaban antecedentes de menopausia precoz o habían sido sometidas a una extracción del útero (histerectomía). No obstante, los últimos estudios de este tipo de calvicie realizados en barones, así como en mujeres jóvenes, ponen en duda las hipótesis inicial. De hecho, actualmente se considera que este tipo de alopecia es una variante del liquen plano pilaris, erupción dermatológica que afecta al cuero cabelludo, la cual también tiene un origen desconocido.

Al parecer la alopecia frontal fibrosante actúa desde una doble vertiente. Por un lado, esta se genera a partir de la activación del sistema inmunológico, como ocurre en otras modalidades de alopecia, lo que genera una inflamación del folículo piloso. Por otro lado, la disminución de las llamadas hormonas femeninas (el estrógeno y la progesterona), como la que tienen lugar durante la menopausia, y el incremento de hormonas masculinas (como la testosterona) originan un bloqueo de los folículos pilosos, los cuales dejan de producir pelo. 

Investigaciones recientes han demostrado que existe una predisposición genética a este tipo de calvicie cicatrizal. Asimismo, otros estudios apuntan hacia la influencia del ambiente en su desarrollo.

Sintomatología de la alopecia frontal fibrosante

La alopecia frontal fibrosante afecta, principalmente, a la zona frontal de la cabeza (zona de la diadema) y al pelo de las cejas. En algunos casos, esta también aparece en el área de la nuca, así como otras partes del cuerpo. El cabello va desapareciendo lenta y progresivamente, con lo que el inicio de su nacimiento cada vez se encuentra más atrás. A simple vista se observa una frente cada vez más amplia, rasgo que puede afectar negativamente a la autoestima del paciente. 

Además del progresivo ensanchamiento visual de la frente y la pérdida paulatina del pelo de las cejas, también se han observado otros síntomas como el enrojecimiento de las mejillas, la aparición de venas en la zona de la frente y pequeños granos en la cara, así como lesiones dermatológicas en las sienes.

La importancia de un diagnóstico temprano

Para el diagnóstico de la alopecia frontal fibrosante es necesario llevar a cabo un estudio del historial clínico del paciente, una exploración médica, así como una tricoscopia digital. En algunos casos puede ser necesario realizar una biopsia cutánea con el objetivo de valorar el grado de inflamación y afección del tejido.

Por otro lado, es recomendable hacerse un estudio de tiroides, ya que se relaciona este tipo de alopecia con la enfermedad del hipotiroidismo autoinmune.

Aunque esta afección sea mayoritariamente de carácter cicatrizal y por tanto irreversible, un diagnóstico temprano es fundamental para controlar el volumen de daños causados. Es decir, para evitar la proliferación de cicatrices tras la caída del pelo, será necesario regular cuanto antes el proceso inflamatorio que ataca los folículos pilosos.

¿Se puede tratar la alopecia frontal fibrosante?

La alopecia frontal fibrosante es irreversible, es decir, una vez se produce el daño ya no es posible volver a la situación inicial. El pelo perdido es sustituido por cicatrices que impiden de nuevo su crecimiento. No obstante, existen tratamientos médicos que permiten ralentizar o frenar su desarrollo. Para ello, es imprescindible abordar la enfermedad lo más pronto posible. El objetivo de estos tratamientos es parar los factores que activan y generar la alopecia con el fin de que, con el tiempo, esta detenga su desarrollo de forma espontánea.

Para recuperar las zonas donde el pelo ha caído y se ha formado una cicatriz, solo será posible su regeneración mediante tratamientos cosméticos como la micropigmentación, el microblanding y las prótesis capilares. Si se estabiliza la enfermedad durante 5 años se podría plantear el injerto capilar.

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